
Britannia Hospital podría englobarse dentro de una especie de trilogía que dirigió Lindsay Anderson con una clara denuncia al sistema. En 1968 había realizado ”If”, en la que arremetía contra el sistema de educación y la violencia juvenil y en 1973 rodaría ”Oh Lucky Man”, un musical surrealista, adaptación libre de “Cándido” de Voltaire, que criticaba el capitalismo. La tercera parte del tríptico seria la que comento aquí, “Britannia Hospital”, en 1982, filme que ataca claramente al sistema sanitario y a las fuerzas policiales. A parte de este nexo común de denuncia, las tres películas coinciden en el reparto con Malcom McDowell, que según como se mire puede tratarse hasta del mismo personaje, desde sus inicios estudiantiles en “If,” pasando por la forma en que se convierte en actor en “Oh Lucky Man”, hasta su trabajo de reportero en “Britannia Hospital”. De todas formas las tres películas pueden verse de forma aislada ya que argumentalmente no tienen nada que ver.
Es interesante ver como se llevan varios hilos argumentales a la vez, que en un principio no parecen tener mucha relación. Por una parte tenemos los preparativos que se llevan a cabo para recibir a la reina y las discusiones que se tiene con el personal en huelga por no querer preparar el banquete. Luego está todo el tema de manifestaciones en contra de los internos privados. Tenemos también el periodista, que gracias a una trabajadora del hospital con quien tiene una relación, consigue entrar con una cámara oculta. Por último está la parte de temática más fantástica o de terror en la que el profesor Millar juega a ser el doctor Frankenstein experimentando con partes de cadáveres para llevar a cabo su creación, lo que el llama “el Génesis”, el nacimiento, el ser supremo. Todas esas situaciones acabaran por relacionarse y asistiremos a un sorprendente final plagado de situaciones realmente desternillantes.
“Britannia Hospital” es un filme extraño, todo hay que decirlo, revestido con un humor que puede llegar a irritar si uno no es plenamente consciente de lo que está viendo. En ningún momento busca la carcajada fácil sino hacer reflexionar al espectador, pero de alguna forma puede que a veces se abuse de cierto carácter del humor muy local, algo que visto desde fuera de la cultura del Reino Unido puede resultar a veces algo forzado.
“Britannia Hospital” podría haber prescindido perfectamente de todos sus tintes fantásticos, eliminando la figura de ese doctor Frankenstein, y seguramente el mensaje transmitido sería el mismo, aunque me parece perfecta la propuesta del director. Realmente esa creación lleva consigo un claro mensaje en forma de metáfora. Según dice el propio profesor, el ser humano ha renunciado a la inteligencia y se encuentra cautivo en un cuerpo de nociones morales anticuadas, por eso quiere crear una nueva forma de inteligencia, un ser exclusivamente cerebral.
Toda esa denuncia social, y mensajes implícitos de los que he hablado no significan que esta película destaque solamente por ese hecho, si bien la intención es clara, también se puede ver por la superficie de todo ello y disfrutar de algunas escenas realmente bizarras, como la del profesor licuando un cerebro y bebiéndoselo, un cadáver sin cabeza atacando al personal o la reina de Inglaterra entrando al hospital camuflada en una camilla como si de una paciente se tratara. “Britannia Hospital” está plagada de este tipo de secuencias, demostrando que se puede hacer cine social y a la vez agradar a un tipo de público que busca propuestas algo menos serias, y en este caso sangrientas.
Una interesante película, bastante olvidada hoy en día, que merece ser rescatada. Los temas que trata todavía son de plena actualidad y Lindsay Anderson merece por lo menos que se le dé una oportunidad.
